sábado, 10 de enero de 2009

Cuento 1. -El dueño del mundo-

El emperador Ian se levanto temprano de su cama, el sueño pesaba sobre sus hombros, más un claro horizonte lo llamaba y lo llenaba una gran fuerza interior.  Vio sobre su cama un traje blanco, planchado y elegante, con detalles naturales bordados en oro, y sobre la perchera de su pieza una capa gris y un sombrero plano, con visera blanca y sobre ella un pequeño simbolo dorado, que dibujaba la tierra rodeada de dos laureles alrededor.

Al vestirse se miro al espejo y sonrio, sus ojos negros mostraban temeridad, y una gran fuerza interior de la cual estaba conciente, lo que le elevaba en autoestima, banqueteandose en un orgullo unico.  Tomo un baston negro, tocandolo con sus dedos adornados de anillos dorados, los cuales representaban cada territorio conquistado, se acerco a la ventana lentamente y contemplo un magnifíco escenario.

El sol se levantaba en el horizonte, podia observar una gran calle extremedamente ancha, y sobre ella millones de hombres alineados con trajes grises y con un rifle sobre sus hombros, que marcaban el paso de un ritmo mecanico sobre la tierra.  Al fondo un gran arco de oro, y sobre este cinco estatuas que representaban los continentes a los cuales habia entrado victoriozo.  Los hombres seguían marchando y marcando ese paso mecanico, dando gritos de saludos.

El cielo se volvio gris, miles aeronaves cruzaban el cielo lentamente, aeronaves que venian hacia él, de acero brillante, reflejando el sol lejano que se asomaba, dejando ver entre sombras gigantescas, maquinas caminantes que desfilaban bajo el arco.  Lian abrio mas sus grandes ojos y extendio sus brazos hacia el cielo anchando mas su sonrisa macabra.

Lejos al este, entre los edificios, se podia obervar el mar, y cientos de cruzeros que lo cruzaban.  El espectaculo mecanico se incremento más cuando por la calle que estaba a sus pies, ruidosas maquinas con las mas variadas armas defilaban, acompañadas por mas hombres que cantaban una canción al unisono, una canción de victoria, una canción fuerte, mezclada de fuerza, alegría, pero que tambien helaba los corazones de las personas.

Cuatro hombres y una mujer vestidos de blanco entraron a la habitación, lian con su sonrisa se giro para mirarlos, moviendo levemente su cabeza en varias direcciones a la vez.  Los hombres le miraron profundamente.  La mujer rubia que los acompañaba, elegantemente vestida de blanco se le acerco, y lo saco de la ventana, lo sento sobre la cama suavemente, le retiro la gorra y su capa gris.  Los hombres lo volvieron a mirar con aprensión.

-Señor, es hora de su medicina, si no la toma, su salud mental puede empeorar- Entonces uno de los hombres camino a la ventana para cerrarla, sin antes mirar una calle vacia y gris solo acompañada de un cielo despejado.

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